europa. pronóstico grave – (es)

En medicina, cuando hablamos de un pronóstico grave estamos haciendo referencia a que las condiciones de un paciente determinado hacen pensar que existe un riesgo severo de fallecimiento o bien de severas limitaciones en su vida.

En política, los altos doctores de la UE andan desesperados y han entrado en pánico al ver que el paciente, Europa, se les va.

No me gusta hacer pronósticos, principalmente porque suelo acertar, y soy consciente del dicho de que hay que tener cuidado con lo que se desea, no vaya a ser que se haga realidad…

No obstante, ahí va mi pronóstico para Europa:

Aunque los orígenes y las razones del Brexit fueron mucho más oscuros, podemos admitir que los votantes a favor fueron convencidos de que había que temer la libre circulación de inmigrantes y refugiados que acaparaban empleos y beneficios. Las pequeñas empresas inglesas también se veían frustradas por las tasas de la UE. Algunos pensaron que salir de la UE crearía puestos de trabajo. Muchos sentían que el Reino Unido pagaba más a la UE de lo que recibía. El resultado, que todos conocemos, fue el Brexit, que no es otra cosa que un voto contra la globalización —y un torpedo bajo la línea de flotación europea.

El Brexit —aunque no lo oigas en televisión— ha debilitado considerablemente la integración europea y, ante un sentimiento cada día más extendido entre los europeos (similar al de los británicos a favor del Brexit), los partidos de derecha antiinmigración están prosperando en la mayoría de los países de la UE. Los miembros de estos partidos son anti-UE, particularmente en Francia y Alemania. Si ganan suficiente terreno, podrían forzar un voto anti-UE, lo que significaría la disolución de la Unión Europea.

Aunque esto no llegue a ocurrir, al menos mañana, hay cosas que posiblemente si van a pasar:

El pasado 8 de mayo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente francés, Emmanuel Macron, lanzaron —a bombo y platillo— una conferencia sobre el Futuro de Europa. Esta tiene como objetivo encontrar una hoja de ruta para la propia UE.

Que la UE a estas alturas necesite encontrar una nueva identidad debería resultar lo suficientemente preocupante. No debemos olvidar que la última vez que lo hizo, la denominada Convención Europea de hace exactamente veinte años, fracasó. Lo que finalmente surgió de todo aquello fue una nueva Constitución europea, que al final no superó la prueba de los referendos francés y holandés. En otras palabras, un completo fiasco.

A pesar de todo, Bruselas vuelve a la carga.

Nadie pone en duda que Europa tiene una nueva pila de problemas que debe abordar lo antes posible. Pero la forma en que la capital belga siempre busca la salida a los problemas de la UE es la de obtener más poder. Esta vez, esa mentalidad se ha encontrado con la fuerte oposición de una docena de estados. Al final, ni siquiera han podido ponerse de acuerdo en que algún expresidente dirigiera todo el circo.

Quizás más de uno en la UE cree que las ineptas maniobras anti-Brexit de Macron —en las que la UE se muestra como un mal perdedor— y su dogma ciego de una UE con más poder —en particular y en el mundo— son más parte del problema europeo que de la solución. Esto por no mencionar la implacable y cómica calamidad de la crisis de las vacunas.

La UE tiene problemas masivos que se derivan de su propia gestión diabólica y del creciente descontento de los estados miembros más pequeños. Por supuesto, el cambio climático es un tema enorme que se debe abordar, pero para la mayoría de la gente lo más importante son la economía y las políticas de inmigración.

La inmigración, consecuentemente, está teniendo enormes consecuencias políticas en la élite y en la forma en que gobiernan. Si bien Alemania puede capear la tormenta del impacto de casi 1 millón de refugiados sirios, Macron se está preparado para ser más duro con los inmigrantes simplemente para tratar de evitar que Marine Le Pen consiga lo que todos esperan que sean enormes ganancias en la primera ronda de las próximas elecciones presidenciales. En España, como en otros países europeos, la situación es similar —véase VOX.

La victima más probable de este giro en la política de inmigración será —desde mi punto de vista— la derogación de los acuerdos de Schengen sobre la libre circulación de las personas.

Este acuerdo de 1985, que sobre el papel parece una gran solución para los europeos que quieren libre movimiento por Europa, en realidad es una pesadilla para el control de grandes franjas de inmigrantes que buscan el mejor trato de asilo que puedan encontrar.

Es por eso que el famoso artífice de las negociaciones de la UE en el Brexit, Michel Barnier, que planea presentarse como candidato en las elecciones presidenciales de Francia en 2022, ha lanzado una bomba, tanto sobre la UE como sobre Francia, con su última declaración: quiere una congelación de la inmigración en Francia durante cinco años.

Es muy discutible que esto vaya a causar ningún beneficio económico a los franceses, pero al menos, algunos opinan, que evitará una victoria de Le Pen, mientras que otros piensan que podría ayudar a Francia, aunque a expensas de la UE.

Si Francia puede decidir unilateralmente sobre la inmigración, otros seguirán y Schengen será abolido.

Los críticos dirán: «Si Schengen no funciona y podemos optar por no participar, ¿sobre qué más deberíamos optar?» La UE se volverá increíblemente débil y aún más ineficaz. El trillado cliché de la UE como campeona de la “libre circulación de bienes, servicios y personas” tendrá que ser degradado a solo “bienes y servicios” —lo que muchos euroescépticos han sostenido durante años como la mejor opción para su supervivencia a largo plazo. Un bloque comercial. Nada más y nada menos.

Ahora bien, una vez desaparecido Schengen, el problema —aumentado— se traslada a los estados miembros del sur de la UE. Un Schengen desechado significará que los estados miembros de la UE como Italia y España estarán obligados a contener a todos los nuevos refugiados dentro de sus fronteras, en lugar de ser la ruta de paso hacia otros países —del norte— en su búsqueda de un mejor trato. Esto será la chispa que encienda un ímpetu euroescéptico generalizado en el sur de Europa que conducirá a la salida total de la Unión Europea de estos pesos pesados.

Combinado, el truco de Barnier —para su propio beneficio electoral— representa un nuevo nadir para la Unión Europea y sus apparatchiks en Bruselas. Con un surgimiento radical de partidos de extrema derecha que ya amenazan con obtener una participación mayoritaria en las próximas elecciones de la UE, la mínima confianza en la UE de estados miembros clave como Italia y España y la preocupación —muy real— de que al menos un peso pesado de la UE siga a Gran Bretaña. (no le quite el ojo a Dinamarca, Suecia o los Países Bajos), la UE caerá de rodillas si Schengen es destrozado.

Después de esta radiografía, vemos que a la Unión Europea le ha salido una nuevo tumor galo que se suma al cáncer del Brexit. Su defunción está garantizada si el gran tratamiento de cura consiste en seguir presionando para obtener un mayor poder para Bruselas. Una nueva constitución europea no es la respuesta si el agregado de este pontificado delirante es que la UE de alguna manera se hace más grande. Y simplemente el tiempo se está acabando.

En resumen, he ahí mi pronostico: Grave, posiblemente entrando en fase terminal.

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Europa. Pronóstico Grave – Dugutigui

Acerca de Dugutigui

In the “Diula” language in Mali, the term « dugutigui » (chief of the village), literally translated, means: «owner of the village»; «dugu» means village and «tigui», owner. Probably the term is the result of the contraction of «dugu kuntigui» (literally: chief of the village).
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