líneas rojas – (es)

Abril y mayo han estado marcados por varios giros (aparentemente) sorprendentes en la política americana respecto a los rusos. En rápida sucesión hemos visto como se ha producido una desescalada de la tensión en Donbás (Ucrania), el secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, se ha reunido con el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov en Reikiavik (Islandia), la Administración de Biden renuncia a las sanciones contra la entidad corporativa que gestiona la construcción del gasoducto Nord Stream 2, el secretario de prensa del Pentágono anuncia que su institución no considera a Rusia como un «enemigo» en un cambio radical de su política anterior y, para terminar, los americanos solicitan una cumbre Putin-Biden que se celebrará mañana en Ginebra (Suiza).

Los medios occidentales se hacen eco de las expectativas puestas por la Administración americana en esta reunión. Biden adelanta (sin descubrir su juego) que «deberíamos decidir dónde está en nuestro interés mutuo y el interés del mundo para cooperar en ello, y ver si podemos lograrlo», y continua, «y en las áreas en las que no estamos de acuerdo, aclarar cuáles son las líneas rojas».

No está mal como forraje para el consumo público occidental, pero incluso si las expectativas se cumpliesen, eso no sería necesariamente algo bueno, ya que las intenciones de los americanos no son tan inocentes como muchos pretenden retratarlas. Nunca lo son.

No obstante, dejando a un lado el cinismo, hay que admitir que el giro en la política frente a Rusia está creando consecuencias muy reales para algunos de los socios regionales de los Estados Unidos. Polonia, un país rusófobo rayando lo patológico, ha condenado enérgicamente el «cambio de política de 180 grados» de Biden hacia Moscú en una entrevista reciente con Newsweek. Por lo que parece, Estados Unidos podría retirar parte de su apoyo a la “Iniciativa de los Tres Mares” liderada por Polonia como un “gesto de buena voluntad” hacia Rusia. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, ha pedido «un sí o un no» claro del presidente Biden con respecto a la entrada de su país en la OTAN. La respuesta de Biden le llegó a continuación: “El hecho es que todavía tienen que limpiar la corrupción. Queda por ver«.

En realidad, no es que el «estado profundo» de los demócratas se haya transformado mágicamente en rusófilo. Lo que ocurre es que Estados Unidos parece haberse dado cuenta (finalmente) de la futilidad de intentar contener simultáneamente a dos potencias mundiales del tamaño de Rusia y China, por lo que busca aliviar presión a lo largo del flanco occidental de la gran potencia euroasiática a fin de liberar esos recursos para «contener» a China (como el percibido desafío central de Estados Unidos en este siglo) de manera más agresiva.

Sin duda, esta ironía no se le escapa a Putin y, en ese sentido, la posibilidad de que se logre algo sustancial en esa cumbre debería ser prácticamente nula. Al fin y al cabo, si China llegase a caer, Rusia iría detrás.

Como el propio Ron Paul reconoce respecto a las “inocentes” intenciones de los EE.UU.: “La política exterior de Washington es irremediablemente corrupta. Solo un cambio serio de rumbo, hacia el no intervencionismo y la no agresión, puede evitar el desastre. Se acaba el tiempo”.

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Líneas rojas – Dugutigui

Acerca de Dugutigui

In the “Diula” language in Mali, the term « dugutigui » (chief of the village), literally translated, means: «owner of the village»; «dugu» means village and «tigui», owner. Probably the term is the result of the contraction of «dugu kuntigui» (literally: chief of the village).
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Una respuesta a líneas rojas – (es)

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