Siempre comento —a cualquiera con medio cerebro y una capacidad de atención más larga que la duración de un anuncio de crema para las hemorroides— que no importa el resultado de las elecciones. Seamos realistas, la política es solo una telenovela infumable.
De “Dallas» —el culebrón de los 80—, las principales imágenes que nos vienen a la mente de inmediato son dientes y petróleo. Dientes perfectos. Qué más, qué más … el dinero. Dinero, dinero, mucho dinero. Dientes, petróleo y dinero —sin embargo, no podemos recordar una sola línea argumental, ni una. La política occidental, en pocas palabras.
Hoy, todo ese azúcar de los 80 se ha consumido y todos somos conscientes del problema fundamental con el azúcar: si tomas demasiada, enfermas. Tanta azúcar ha convertido aquellos dientes en coronas. “Dallas” se ha transformado en «Los Soprano», y algunos estadounidenses están hablando de una segunda guerra civil, cuyo campo de batalla, aparentemente, será Twitter.
Así que, relájense, siéntense y disfruten del espectáculo en el final de temporada de … «Occidente Bananero».
Cuando los trozos del pastel económico se vuelven cada vez más pequeños para todos, se amplifican los temores y los odios radicales. Las aparentes divisiones —ricos contra el resto, blancos contra no blancos, chinos contra americanos, misóginos contra feministas, xenófobos contra internacionalistas, la élite contra los populistas, lo radical contra lo reaccionario, el COVID-19 contra todos, etc.— se amplifican hasta el paroxismo.
Lo que la gente no se da cuenta es que, en realidad, estas diferencias, alimentadas por los medios, solo son una distracción que sirve para evitar que el pueblo se concentre en el tema principal: el sistema oligárquico en sí … y se unan para derribarlo y reemplazarlo por uno que sirva a las personas y al planeta.
Tómense un momento, respiren hondo y pónganse los auriculares. Bloqueen todo el ruido exterior. En capítulos anteriores vimos que:
Derecha contra Izquierda es básicamente Coca-Cola contra Pepsi (en EE. UU., para más chufla, incluso los colores combinan). Si presta atención a las políticas, estas no están separadas por grandes abismos. Difícilmente se trata de Adolf Hitler contra Karl Marx. Tiene muy poco que ver con la ideología, se trata de clientismo político. La ideología está muerta. ¿Cómo? ¿Realmente? Sí, realmente bien muerta. Y el resultado, para usted, es el mismo.
El capitalismo corporativo, durante el último medio siglo, ha creado una oligarquía que ha podrido la economía y está destruyendo la capacidad de la Tierra para sobrevivir de manera sostenible. Derecha o izquierda, ambas, son propiedad y están en deuda con la élite corporativa que gobierna los países occidentales. Izquierda o derecha, ambas, sirven al poder financiero y al imperio industrial y militar occidental, y ambas, juntas, aplastan a cualquier partido o persona que se atreva a cuestionar u oponerse al capitalismo corporativo. Cuentan con la ayuda de las grandes corporaciones mediáticas, el principal brazo de propaganda de la élite gobernante y promotor de la economía capitalista desbocada.
De hecho, he llegado a la conclusión de que las elecciones existen principalmente para dar la apariencia de democracia y, al mismo tiempo, frustrar la democracia real. Dividen a las personas en una de dos operaciones comerciales impulsadas por el capitalismo, izquierda o derecha, demócratas o republicanos. Las elecciones solo sirven para que se inviertan miles de millones en los medios corporativos para comprar propaganda y, una vez bien pagadas, las corporaciones mediáticas se aseguran de que solo los dos partidos de la oligarquía reciban una cobertura positiva.
Las elecciones son entonces esenciales para el continuo control social y político por parte de la élite empresarial a través de su sistema de oligarquía bipartidista. La mayoría de los votantes no vota, probablemente porque ven que el proceso no sirve a sus intereses, pero no hay unidad de opinión y ciertamente no hay construcción de movimientos entre los no votantes. Hasta el momento.
Es un sistema de control y saqueo simplista pero muy eficaz, ante el cual, la mayoría de las personas, se sienten impotentes y, por lo tanto, responden no votando. Por otra parte, los votantes de derechas odian a los de izquierdas y viceversa, mientras los superricos se revuelcan por el suelo en una risa homérica, pues su control y poder aumentan, gane quien gane, se vote o no se vote. La pandemia de COVID ha sido una inyección de esteroides para las divisiones mencionadas más arriba, colapsando, al mismo tiempo, pequeñas empresas y arrojando a decenas de millones de trabajadores y de clase media a una depresión económica y psíquica. Para la élite, la pandemia ha hecho más fácil el robo y saqueo masivo, ya que han podido devorar cada vez más control y riqueza tanto del sector gubernamental como del privado.
Siempre tenga presente que la izquierda (o los demócratas en EE. UU.) no son realmente un partido de oposición a la derecha, en ningún sentido, ya que ambos partidos sirven a los oligarcas corporativos que los financian y poseen. Y es, precisamente, que la ineptitud de la izquierda y su incapacidad para luchar eficazmente contra la derecha se debe al hecho de que, en última instancia, esta también sirve al sistema financiero y capitalista que empobrece a la gente y a la naturaleza, mientras enriquece a una pequeña élite.
Occidente, hoy día, es una telenovela sin sentido ambientada en diferentes repúblicas y reinos bananeros. ¿Puede haber algo más de culebrón que un playboy y magnate inmobiliario —que se convirtió en una estrella de “reality shows” y que no es lo suficientemente consciente de sí mismo como para darse cuenta de lo poco “cool” que son sus cortes de pelo— ganase la nominación del Partido Republicano y luego fuese debidamente elegido como el 45º Presidente de los Estados Unidos? Joer … solo falta Betty, la fea.
No importa. La oligarquía bipartidista siempre proveerá una gran lata de laca para el pelo, junto con un cepillo de cabello grueso para obtener esa onda perfecta y una botella de bronceador en tono mandarina. Venga quien venga.
Bueno, va a comenzar el último capítulo. En el anterior, “el J.R. de Mar-a-Lago” quería comprar Groenlandia. No tiene sentido, cuando hoy puede obtener Inglaterra gratis. Uno debe tener un corazón de piedra para presenciar la muerte de este país sin reírse. Aún, la desintegración lograda por una administración incompetente me hace reír —claramente mi corazón no es lo suficientemente duro. A ver qué pasa.
Sentémonos todos a relajarnos y ver el clímax de esta temporada de «Occidente Bananero».
Antes de que empiece, voy al frigorífico. ¿Qué prefiere? ¿Coca-Cola o Pepsi?
In the “Diula” language in Mali, the term « dugutigui » (chief of the village), literally translated, means: «owner of the village»; «dugu» means village and «tigui», owner. Probably the term is the result of the contraction of «dugu kuntigui» (literally: chief of the village).
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