la espiral de la muerte – (es)

Cuando un ser vivo se encuentra en un bucle en el que cuanto más lesionado está, menos capaz se vuelve, siendo más probable que se haga más daño y, en consecuencia, sea aún menos capaz de revertir el deterioro, se define como la «Espiral de la Muerte». Hacia el final, todo se acaba convirtiendo en un espeso vórtice de desgracia que gira sin cesar hasta que el ser cae derribado.

Quizás esto suene un poco sombrío; pero ¿podría estar la humanidad en una espiral de la muerte?

La codicia, el egoísmo, la locura y —principalmente— la estupidez de unos cuantos ha arrastrado a todos (incluso a esos «cuantos») a consecuencias devastadoras.

Aún pasando por alto los muy reales riesgos naturales —asteroides y cometas, erupciones supervolcánicas, explosiones estelares, etc.— y concentrándonos solamente en los riesgos antropogénicos que nos hemos impuesto a nosotros mismos durante el último siglo, literalmente, bailamos en el precipicio.

La detonación de la bomba atómica con la que obtuvimos el poder de destruirnos a nosotros mismos, sin la sabiduría para asegurarnos de evitarlo, las guerras convencionales constantes, la destrucción sistemática del medio ambiente, la manipulación genética, la riqueza obscena que solo genera pobreza, la experimentación científica inmoral y la violación de los derechos fundamentales de la naturaleza humana en sus infinitas variantes, son sólo algunas de las cosas con las que nos habíamos acostumbrado a vivir hasta 2019.

Toda esta tragedia diaria se había convertido en un ruido ambiental. El deseo de normalidad de la mayoría había convertido lo impensable en normal, las cosas inaceptables en cosas que todos llegamos a aceptar. Una especie de espiral en la que ya nadie se cuestionaba nada, dejándose llevar, en un círculo vicioso de habituarse al horror.

Entonces aparece un virus, buscando aprovecharse de una humanidad ya débil y dividida, y el sufrimiento se multiplica exponencialmente —aún cuando las consecuencias reales de esta pandemia aún están por llegar.

El fracaso que se ha demostrado a la hora de contener la propagación del virus se basa principalmente en la nula coordinación internacional en la forma de combatirlo. Aún así, pocos países aún comprenden que deben cambiar de rumbo y actuar juntos en relación con las amenazas, siendo, por ejemplo, el cambio climático una amenaza existencial, para nuestro planeta y para nuestras vidas, mucho mayor que la amenaza de la pandemia en sí misma y posiblemente el verdadero origen de la misma.

A medida que el vórtice gira más deprisa, a Estados Unidos, envuelto en un caos racial y una insalvable brecha política, le resultará imposible revertir la situación previa al 2020. Los europeos, mientras tanto, tal vez nos convirtamos en asiáticos durante esta década. La impresión de dinero no salvará a occidente, ni al mundo. Las ideas y convicciones al uso no hacen más que empeorar las cosas: lesionar más a un animal ya profundamente herido.

Tal vez hemos llegado a un punto en el que el futuro de la humanidad se va a decidir en los años venideros y estará determinado por la forma en que la sociedad responda al gran cambio que se avecina, el cual definirá, en un sentido u otro, el camino que tomará la familia humana.

La pregunta que deberíamos empezar a hacernos sería: ¿qué visión del mundo es realmente mejor para que la sociedad viva en paz y se desarrolle equilibradamente? ¿Y cuál es más realista?

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La espiral de la muerte – Dugutigui