tiempo de donuts – (es)

¿Es la policía tan estúpida cómo para no saber a qué lado del 99% pertenecen?

Nuestra “élite” supone —interesadamente— que las personas son niños y necesitan un hombre del saco para que se comporten. Se desea que la gente crea en Dios para que obedezcan la ley. Esa es la única forma que se les ha ocurrido: una estricta fuerza policial secular y la amenaza de castigo de un Dios que todo lo ve (cubriendo lo que la policía pudiera pasar por alto). Ciertamente, nos subestiman.

Está claro que, en las organizaciones jerárquicas estructuradas alrededor de una cadena de mando, la inteligencia es sustractiva. Por abajo, se espera que los peones ejecuten las órdenes incuestionablemente. Sus facultades críticas están cien por cien deterioradas; si no, estarán sujetos a medidas disciplinarias. Por arriba, el director supremo puede gozar de una inteligencia moderadamente deteriorada —ya que, de entrada, es indicativo de una falla importante de carácter querer ese tipo de trabajo; pero más allá de eso, el jefe supremo debe actuar de tal manera que mantenga a los peones en línea, lo que aumentará su deterioro intelectual, algo que se agrava a medida que se desciende a través de los rangos intermedios, con cada eslabón en la cadena de mando contribuyendo un poco, con su propia estupidez, a la gran pila de estupidez final de la organización completa.

También está claro que la policía, ni hoy, ni históricamente, «sirve y protege» a la población en general, sino que siempre ha atacado y dividido violentamente a las clases más desfavorecidas y ha servido y protegido, exclusivamente, los intereses de las clases dominantes. Durante las huelgas y manifestaciones, los policías derribarán y golpearán a los obreros y manifestantes cuando se les ordene, por lo que sólo se les puede ver de una manera: traidores a su propia gente —razón, en parte, de que muchos (Guardia Civil, por ejemplo) vivan recluidos en “guetos”; donde pueden ser vigilados, controlados (y amonestados); lo que facilita el implante cerebral de mecanismos automatizados de respuesta ante situaciones tipo. Disciplina, le llaman.

Y ¿qué obtienen a cambio?

Los policías —y esta es la ironía— siempre han sido trabajadores de cuello azul, al menos a nivel base, ya que trabajan en las calles; usan la fuerza física; se organizan en turnos y bregan a la intemperie, sin importar el clima ni la hora, por un salario que ronda al de un barrendero —siendo un trabajo, claramente, más peligroso. Los oficiales, tal vez, puedan calificarse como clase media. Un cobre bien pagado podría considerarse clase media económicamente, pero siempre con un pie en la clase trabajadora, socialmente hablando.

Un policía nacional de escala básica gana unos 1.500 euros al mes. El sueldo se incrementa bastante por encima de esta escala, y nos encontramos que los inspectores cobran sobre 2.300 euros (los inspectores jefes unos 2.470 euros). A su vez, los comisarios superan los 2.700 euros al mes y los comisarios principales los 2.800 euros.

En 2019, los altos ejecutivos del IBEX ganaron, de media, 200 veces más que un comisario principal de la Policía Nacional española, o 373 veces más que un policía de escala básica. Es decir, un alto ejecutivo gana más en un día que un policía raso en un año.

Si hablásemos de prestigio (así como de valores, moral y ética), este brillaría por su ausencia. Demasiados policías matones, ladrones y corruptos, como para poder hablar de algún tipo prestigio en esta profesión. Si deseasen que se confiara en ellos, lo más importante sería que, de hecho, fuesen dignos de confianza.

Esto demuestra un nivel de autoengaño, ofuscación y fantasía de dimensiones colosales, en el que resulta inexplicable que la policía machaque siempre a las clases más débiles y desfavorecidas —su propia clase— y proteja los privilegios de la clase dirigente, de la que solo obtiene calderilla. ¿No mejoraría ostensiblemente, tanto su situación social como económica (al mismo tiempo que la de su clase social), si tomaran partido, más a menudo, en contra de la clase dirigente?

Por todo lo dicho, parece que estamos lidiando con un tipo de estupidez particularmente virulenta. Pero permítanme ser claro: por «estupidez» no me refiero a ningún coeficiente clínico. Me refiero a la estupidez como una especie de terquedad intelectual. Policías a los que la evidencia les está mirando directamente a los ojos, pero no hace ninguna diferencia. Policías que, no solo no tienen buenas razones para pensar que lo que hacen es lo correcto, sino que, a menudo, hay buenas razones para pensar que lo que hacen no lo es.

Las personas en la cima siempre despreciarán a la policía —como a cualquiera de una clase inferior— hagan estos lo que hagan por agradarles. Los de abajo —por otras razones— también.

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Tiempo de donuts – Dugutigui