
Como muchos de ustedes saben, los presidentes Putin y Biden se reunirán en Ginebra el 16 de junio para una cumbre en la que se tratará sobre el estado general de las relaciones ruso-estadounidenses —o lo que sea que pase por ellas hoy en día.
No obstante, dejando de lado los sueños húmedos que hoy circulan a modo de estrategia geopolítica en los EE. UU., creo que es importante empezar a poner los pies en el suelo.
Los europeos debemos empezar a comprender claramente que Rusia y China son los dos pilares de la unificación de un coloso eurasiático, dentro de un espacio económico único y bien defendido, cuyo tamaño eclipsa todo lo que Estados Unidos es capaz de imaginar o asimilar. Estados Unidos, por otro lado, se ha convertido, en general, en una no-entidad económica para Rusia en comparación con China, y es de interés solo en cuanto que representa un riesgo para la seguridad global, cuya mitigación debe negociarse y solucionarse de manera pacífica.
China será la economía más grande del mundo por PIB nominal para el 2030, a más tardar. Ya es hoy la economía más grande por paridad de poder adquisitivo, la economía manufacturera más grande y la nación con el mayor volumen de intercambio comercial en el mundo. China también se ha convertido en la principal potencia geopolítica en muchas áreas de influencia clave para los EE. UU.
Los americanos, se entiende, pueden también encontrar preocupante la creciente asociación espacial ruso-china o, lo que es lo mismo, el reemplazo de la «carrera espacial» por la «cooperación espacial«. Pero, oiga, Estados Unidos tiene a Elon Musk. Déjenlo proporcionarles la estación lunar. Dicen que es un tipo realmente competente…

Y luego está esa cosa del tamaño —como con el pene. Veamos un par números: 447 millones y 4.691 millones. Estos dos números dicen mucho, y están en la base del declive de Estados Unidos y de su comportamiento cada vez más irracional que, citando el famoso éxito de Bachman Turner Overdrive, podría llevarnos al “Aún No Has Visto Nada” (You Ain’t Seen Nothing Yet). El primer número representa la población de la Unión Europea, mientras que el segundo es la población de Asia. La población de Asia constituye prácticamente el 60% de la población mundial. Otro dato que podríamos citar sería África, alrededor de 1.373 millones, sin olvidar América Latina y el Caribe con unos respetables 638 millones —lo que ya representa un número considerablemente mayor de almas que la Unión Europea. La población de América del Norte (EE. UU. más Canadá) es de alrededor de 371 millones, lo que en un esquema general de las cosas no parece tan impresionante. De hecho, no lo es.
También está la percepción del tiempo… Tanto los rusos como los chinos piensan en términos de largas tendencias, con escalas de tiempo históricas. Estados Unidos carece de esta perspectiva debido a que sus élites son extremadamente incultas y mal educadas. Además, existe esa obsesión con la causa y el efecto que se manifiesta cada vez más en la erudición estadounidense. Y en la política. Por eso Rusia no tiene ningún interlocutor válido con quien hablar en los Estados Unidos modernos. Los americanos realmente piensan que son lo suficientemente importantes y atractivos como para poder ignorar la realidad actual. Pero la realidad siempre muerde. Y esta es una admisión amarga para mí, porque en algún momento vi una ventana de oportunidad para que un Occidente combinado, incluida Rusia, se convirtiese en algo más. Nunca se materializó y no hay nada más que discutir al respecto, poco importa ya qué tipo de fantasías y delirios ridículos intenten vender las élites modernas de Estados Unidos como estrategias viables.
Y entonces está esa cosa tan molesta llamada “economía”… Tanto NAFTA como la adhesión de China a la OMC crearon una aspiradora gigantesca que succionó la vida de las industrias estadounidenses y, en gran medida, de las europeas. La manufactura estadounidense empezó a abandonar sus propias costas. Estados Unidos comenzó a perder la única herramienta que era —y aún hoy sigue siendo— el único medio válido para alcanzar la prosperidad económica: la capacidad de fabricación —un concepto que está más allá del alcance de la mayoría de los economistas y pseudocientíficos políticos estadounidenses, muchos de los cuales, mientras fantasean, usan trajes chinos hechos a medida, llevan iPhones fabricados en China y usan portátiles y PCs ensamblados también allí.

Claro, hay algunos artículos que los Estados Unidos fabrica hoy en día que aún tienen demanda o que, para ser exactos, se imponen a la fuerza a sus clientes: los sistemas de armamento americanos, enormemente sobrevalorados y dudosamente efectivos. Esto es lo que queda de el una vez todopoderoso tejido industrial de Estados Unidos que podía producir cualquier cosa, desde calcetines y aparatos de cocina hasta buenos aviones de combate y excelentes aviones comerciales. Hoy esta capacidad ya no existe al haberse convertido China en el principal fabricante de bienes de consumo del mundo, por lo que la única forma en que Estados Unidos será capaz de asegurar algún mercado para sus armas será seguir reteniendo a Europa, es decir a la OTAN, como su principal cliente y vasallo. La OTAN, con gusto (si no, las revoluciones “a la ucraniana” son una buena herramienta para convencer a quienes tengan dudas…), «comprará» las armas de Estados Unidos y su «defensa de Europa«. Pero para que esto siga funcionando, los Estados Unidos necesitan que los europeos se sigan tragando la patraña de que hordas de individuos que odian la democracia, que solo aceptan la existencia de dos sexos, Ivanes rusos barbudos y atrasados están listos para abalanzarse y arrebatarle a Europa sus valores favoritos, como son la completa depravación sexual, sus ciudades (también conocidas como sucias cloacas multiculturales) y el estancamiento secular de la economía —por razones que solo los estadounidenses conocen.
Estados Unidos tiene cada vez menos sustancia que sea de valor añadido para vender al mundo, mientras que la formación del monstruo económico/militar eurasiático paulatinamente les aleja de su —enormemente exagerada, para empezar— autoproclamación como el estado hegemónico, colocándolo, en el mejor de los casos, como uno de los peces gordos del planeta. En el peor de los casos, Estados Unidos será apartado de Eurasia como competidor viable y será relegado al estado de potencia regional, todavía poderosa con relación a sus vecinos del sur —siempre podrá invadir Granada de nuevo, pero tendrá cero posibilidades de interferir en los asuntos del segundo número de más arriba. El 4.691.774.606.
Después está lo del armamento… Hasta hoy el agresor se presentaba como el pastor de la paz, y los golpeados y perseguidos como los alborotadores del mundo. Es más, ¡hay razas enteras que aún lo creen! No obstante, esto también está llegando a su término. Estados Unidos, entretenido en perder guerras de guerrillas en Vietnam, Afganistán e Irak, ha perdido por el camino la carrera armamentista. El proceso de adquisición de armas de Estados Unidos y el fomento de la doctrina militar ya no pueden considerarse como un proceso normal, lógico o justificado. Si bien aún es capaz de producir algunas plataformas y habilitadores de última generación, como procesamiento de señales, computadoras de combate y redes de comunicaciones o activos de reconocimiento, en términos de armas reales, Estados Unidos va a la zaga detrás de Rusia no solo en años sino en generaciones. Como admitió recientemente, febrero de 2021, el informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso sobre defensa antimisiles, Estados Unidos está indefenso contra una salva combinada de los nuevos misiles de crucero rusos y no hay nada que los detenga. No lo hay. Ciertamente, los sistemas de defensa aérea de EE. UU. van drásticamente a la zaga de los rusos y la brecha solo crece con el S-500 ruso entrando ahora en producción en serie y el último S-350 ya desplegado entre las unidades de primera línea.

Estados Unidos simplemente no es capaz de desarrollar un moderno misil supersónico anti-envío y la Marina de los Estados Unidos se ve obligada, incomprensiblemente, a comprar el misil de ataque naval noruego Kongsberg, un misil subsónico decepcionante que no es rival para las modernas armas de ataque hipersónicas y supersónicas que Rusia despliega, y que no puede sobrevivir a la defensa aérea moderna y a un entorno ECM actual.
Es posible, no obstante, que, creyendo en su propia propaganda, Estados Unidos tal vez intente desatar el caos en Ucrania, provocando a Rusia en una operación militar directa y luego introduciendo cualquier fuerza que Estados Unidos y la OTAN puedan reunir en el teatro de operaciones. Esto les funcionó en 1978 (guerra afgano-soviética), pero Putin no es Brezhnev. Cualquier plan de este tipo está destinado a fracasar estrepitosamente porque no solo esa fuerza será aniquilada, sino que las naciones participantes de la OTAN se enfrentarán la posibilidad de que sus instalaciones militares sean destruidas por las armas de ataque rusas. Eso plantea la posibilidad de que Estados Unidos escale al umbral nuclear, lo que significaría que podría dejar de existir como país … y Occidente volvería a la edad de piedra (para regocijo de Greta y los activistas verdes…).
No obstante, dejar de existir como país no parece un plan estimulante para la mayoría de los políticos estadounidenses que, salvo algunos casos con graves trastornos psicológicos de rusofobia, desgraciadamente bastante numerosos en la actual administración y entre las élites estadounidenses, entienden lo que realmente significa. Es así que, aunque no es completamente imposible, la probabilidad de una guerra nuclear total es bastante baja. Lo que nos dejaría ante el hecho de que para que Estados Unidos pudiese luchar convencionalmente en la frontera rusa necesitaría el ensamblaje de una fuerza que convertiría en enana a la que tuvo que reunir para la Guerra del Golfo —todo lo anterior suponiendo la no implicación de los chinos en el conflicto, cosa harto improbable, pues si cayese Rusia, los chinos van detrás, y son muy conscientes de ello, de ahí la alianza actual.

Pero no todo está perdido. Hoy en día, a Estados Unidos le queda un único recurso que le permite seguir siendo relevante: la realidad virtual… La realidad virtual de la impresión de dinero y de una propaganda mediática cada vez más ineficaz —hoy mareando la perdiz con Ovnis y extraterrestres. Hasta hace poco se podían ocultar las decrépitas ciudades de Estados Unidos, los disturbios masivos, la destrucción del sistema educativo, la incompetencia de los altos niveles políticos y militares, las prácticas sociales suicidas, el colapso de la ley y el orden, las enormes colas en los bancos de alimentos y los fraudes electorales. Todo eso, hoy, está a la vista de todo el mundo. Incluso subyugar a Europa no va a afectar el hecho de que Estados Unidos, tal como es hoy, no tiene futuro y no va a tener más remedio que aceptar la inmensa capacidad de fabricación de China y el poderío militar avanzado de Rusia que hacen imparable la unificación del mercado euroasiático. Es por tanto irrelevante que Estados Unidos desate una guerra/distracción aquí o allá. En Ucrania, por ejemplo.
Y hablando de Ucrania, Rusia, después del sangriento golpe de estado de 2014, comprendió que no queda nadie con quien hablar en un Occidente en el que, aparte del declive militar y económico, avanza la descomposición desde dentro debido a que las sociedades occidentales se han vuelto cada vez más totalitarias y, al mismo tiempo, blandas e incapaces de hacer frente a las crisis. Un Occidente arcoíris que prefiere suicidarse antes que admitir la realidad de que vivimos en un mundo altamente industrializado que necesita energía, fábricas y armas para defenderse. Tanto China como Rusia no paran de acumular todo esto y con ello se sella el destino de Estados Unidos.

Sin que nadie por aquí parezca percatarse, ocurre que alguien está construyendo un gigantesco mercado común en Eurasia, colocando lunas artificiales para iluminar las ciudades y planeando la exploración humana de Marte utilizando nuevos tipos de propulsión. Mientras, aquí, nos dedicamos a descubrir nuevos géneros sexuales y a apoyar a todo tipo de maleantes como Navalny o los neonazis de Kiev. Ya sabes, la falacia del “libre albedrío” —cuando en realidad un hombre puede hacer lo que desee, pero no puede desear lo que quiera, como decía el amigo Schopenhauer.
Por todo lo anterior, Sr. Biden, no hay forma posible en la que Estados Unidos pueda dividir a Rusia y China a estas alturas. ¿Cómo? ¿A cambio de qué? ¿Qué puede ofrecer América que se acerque a la escala de riqueza y prosperidad posible en Eurasia? Piense en ello. Su antecesor, Bill Clinton, en el 2000, decía que «trazaba el nuevo rumbo para una nueva economía«. Una lástima que esa «nueva economía» haya resultado ser, exactamente, la vieja.
Y tú, lector, dime. ¿Hasta cuándo vas a seguir creyendo que los jeans, los móviles y los motores de los cohetes crecen en los árboles?
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Tu tranqui – Dugutigui
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