la verdad está (todavía) ahí afuera – (es)

LA VERDAD ESTÁ (TODAVÍA) AHÍ AFUERA — DUGUTIGUI
Muchas personas se ganan la vida (de hecho, han estado ganándose la vida durante más de 2.000 años) predicando el Apocalipsis, pero prácticamente nadie se ha esforzado en buscar la forma de evitarlo. El holocausto nuclear, el cambio climático o pandemias que matan a decenas de millones, son materia de pesadillas y éxitos de taquilla, pero, a diferencia de los zombis, estas son reales.
HOLOCAUSTO ZOMBI - DUGUTIGUI
Los riesgos existenciales son procesos o eventos que podrían aniquilar o reducir permanentemente el potencial de la humanidad. Estos pueden incluir riesgos naturales, como los que plantean los asteroides o los supervolcanes, así como riesgos tecnológicos, como percances resultantes de la biología sintética o la inteligencia artificial.
Los denominados «riesgos de extinción», si se produjeran, aniquilarían la vida inteligente originaria de la Tierra. En el caso de que un asteroide de 1 km de diámetro colisionase con nuestro planeta, existiría una alta posibilidad de que nuestra civilización fuese destruida. Al observar el registro histórico y el rastreo actual de objetos en el espacio próximo, los astrónomos estiman que el riesgo de que un asteroide de este tamaño golpee la Tierra es de aproximadamente 1 entre 5.000 posibilidades por siglo. Esto representa bastantes más posibilidades que las de tener un accidente aéreo (1 entre 5.000.000 por vuelo) o de acertar el gordo de la Primitiva (1 entre casi 14.000.000 por boleto).
Dicho todo esto, los riesgos naturales siguen siendo bastante pequeños en términos absolutos. Si ponemos juntos todos los riesgos naturales, es muy poco probable que sumen más de 1 entre 100 posibilidades de extinción por siglo —aunque otros estudios calculan que, a lo largo de 100 años, esa cifra implicaría unas 9,5 posibilidades entre 100 de extinción de nuestra especie.
Futuro imperfecto
En cualquier caso, desafortunadamente, los riesgos naturales son eclipsados por los causados por el hombre, y es por eso que el riesgo de extinción se ha convertido en un tema especialmente urgente. La actividad humana ha ido moldeando constantemente el futuro de nuestro planeta y, debido a la aceleración del progreso tecnológico, la humanidad puede estar acercándose rápidamente a una fase crítica en su trayectoria. A esto hay que añadir que los humanos somos especialmente malos a la hora de trabajar en problemas que aún no han ocurrido, en parte debido a la disponibilidad heurística: la tendencia a sobreestimar la probabilidad de eventos de los que hay ejemplos conocidos y subestimar eventos que no conocemos (o no podemos recordar fácilmente).
Entre los riesgos causados por el hombre, existen los que podrían reducir el potencial de la humanidad de forma permanente (un régimen totalitario, brutal e interminable, podría dañar permanentemente lo que es valioso para la humanidad sin causar una extinción real). Alternativamente, un desastre de menor escala podría socavar drásticamente nuestra idea de civilización, dejando a la humanidad atrapada en una población significativamente menos numerosa e incapaz de recuperarse tecnológicamente.
Las amenazas principales son difíciles de determinar dada la cantidad enorme de errores que cometemos, pero cada vez se presiente más claramente que nuestro mundo perecerá por su estupidez y avaricia. Como consecuencia de lo anterior, podríamos resaltar el cambio climático, el deterioro y la extinción ambiental, las armas nucleares, la escasez de recursos (incluida la escasez de agua), la inseguridad alimentaria, las nuevas tecnologías radicales (como la nanotecnología y la inteligencia artificial), la sobrepoblación, la contaminación química, la negación y la desinformación
HOLOCAUSTO NUCLEAR
En definitiva, sin ninguna mejora perceptible en los últimos dos milenios, continuamos envolviendo nuestro mundo violento y misterioso con el pretexto de “comprender”. Empapelamos los vacíos de nuestra comprensión con la ciencia y la religión, y nos forzamos a creer que se ha impuesto el orden. Y, en su mayor parte, la ficción funciona. Nos deslizamos por la superficie, sin prestar atención a las profundidades. Hasta ese momento cuando algo del frío desconocido surja para llevarnos para siempre.
Las mayores mentiras las guardamos para nosotros mismos. Jugamos un juego en el que nos creemos dioses, en el que tomamos decisiones y marcamos el camino. Fingimos una separación de la naturaleza, la atacamos despiadadamente y esperamos que no se vuelva contra nosotros. Imaginamos que el control del hombre es profundo, que la civilización es más que una apariencia y que la razón será nuestra compañera en los lugares oscuros.
No nos resulta difícil jactarnos de lo fuertes que somos cuando pisoteamos lo que realmente importa. Lo difícil será admitir lo poco que somos cuando algo nos pisotee y nos muestre realmente de que pasta estamos hechos. El día que el mundo explote, la última sesión de noche del teatro en el que todos participamos tendrá su reseña en la sección matutina del periódico, mientras tu asciendes por la estratosfera, ajeno.
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La verdad está (todavía) ahí afuera — Dugutigui

Acerca de Dugutigui

In the “Diula” language in Mali, the term « dugutigui » (chief of the village), literally translated, means: «owner of the village»; «dugu» means village and «tigui», owner. Probably the term is the result of the contraction of «dugu kuntigui» (literally: chief of the village).
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