el monólogo del virus – (es)

El monólogo del virus — Dugutigui – Lundimantin
EL VIRUS DIJO: «He venido a detener la máquina cuyo freno de emergencia no erais capaces de encontrar»
BLOQUE DE APARTAMENTOS. HONG KONG. CHINA
Querrían, queridos humanos, interrumpir sus ridículas llamadas a la guerra. Agachar las miradas vengativas que me apuntan. Mitigar el halo de terror en el que han envuelto mi nombre. Desde la génesis bacteriana del mundo, los virus somos el verdadero continuum de la vida en la Tierra. Sin nosotros, nunca hubierais visto la luz del día, como tampoco la primera célula habría llegado a existir.
Somos vuestros antepasados, al igual que las rocas y las algas marinas; mucho más que los simios. Estamos donde sea que estéis y también donde no estáis. ¡Lástima si solo veis en el universo lo que os agrada! Pero, sobre todo, dejar de decir que soy yo quien os está matando. No morís por mi acción sobre vuestros tejidos, sino por la falta de cuidado de vuestros semejantes. Si no hubierais sido tan rapaces entre vosotros como lo habéis sido con todo lo que vive en este planeta, todavía tendríais suficientes camas, enfermeras y respiradores para sobrevivir al daño que hago en vuestros pulmones. Si no hacinarais a vuestros mayores en hogares de ancianos y a las personas sanas en colmenas de hormigón, no estaríais en este trance. Si no hubierais cambiado todos los campos, ayer todavía exuberantes, caóticos e infinitamente llenos de vida, por un vasto desierto de monocultivo de lo mismo y más de lo mismo, no habría podido lanzarme a la conquista global de vuestras gargantas. Si casi todos vosotros no se hubieran convertido, en la última centuria, en copias redundantes de una sola forma de vida insostenible, no os estaríais preparando para morir como moscas abandonadas en el agua de una civilización azucarada. Si no hubierais vaciado tanto vuestros entornos naturales, haciéndolos tan transparentes, tan abstractos, podríais estar seguros de que no me movería a la velocidad de un aeroplano. Solo vengo a ejecutar el castigo que habéis pronunciado contra vosotros mismos. Perdonadme, pero sois vosotros, después de todo, quienes inventaron el calificativo «Antropoceno». Os habéis otorgado todo el honor del desastre; y ahora que se está desarrollando, es demasiado tarde para rechazar vuestros «logros». Los más honestos entre vosotros, lo saben muy bien: no tengo otro cómplice que vuestra organización social, vuestros delirios de «grandes escalas» y vuestra economía, ese fanático sistema. Solo los sistemas son «vulnerables». Todo lo demás vive y muere. No existe la «vulnerabilidad», excepto para lo que busca el control, su extensión y su progreso. Mírame de cerca: soy solo la otra cara de la muerte reinante.
BASURA Y DESECHOS EN LA PLAYA. RAYONG. TAILANDIA
Así que dejad de culparme, acusarme y acecharme. No os quedéis paralizados ante mí. Todo eso es infantil. Permitidme proponer una perspectiva diferente: hay una inteligencia inmanente a la vida. Uno no necesita ser un sujeto para hacer uso de un recuerdo o una estrategia. Uno no tiene que ser un soberano para decidir. Las bacterias y los virus también pueden tomar las decisiones. Verme, por tanto, como vuestro salvador, en lugar del sepulturero. Sois libres de no creerme, pero he venido a detener la máquina cuyo freno de emergencia no podíais encontrar. He venido para suspender la operación que os mantenía como rehenes. He venido para demostrar la aberración que constituye vuestra «normalidad». Vuestros lideres ahora dicen: «Delegar en otros nuestra nutrición, nuestra protección, nuestra capacidad de cuidar nuestra forma de vida ha sido una locura» … «No hay límite presupuestario, la salud no tiene precio»: ¡Observa cómo bifurco la lengua y el espíritu de tus gobernantes! ¡Mira cómo los derribo para que tú veas su verdadero semblante de chantajistas miserables y arrogantes hasta la médula! ¡Mira cómo de repente se descubren a sí mismos no solo como superfluos, sino también como perjudiciales! Para ellos, no sois más que soportes para la reproducción de su sistema, es decir, menos que esclavos. Incluso al plancton se le trata mejor que a vosotros.
Pero no perdáis vuestro tiempo reprochándolos, señalando sus deficiencias. Acusarlos de negligencia es darles más crédito del que se merecen. Preguntaros más bien ¿cómo es que estabais tan cómodos dejándoos gobernar? Alabar los méritos de la opción china en comparación con la opción británica, de la solución imperialista-legista frente al método liberal-darwinista es no comprender nada sobre lo uno o sobre lo otro, sobre el horror de lo uno y el horror de lo otro. Desde Quesnay, los «liberales» siempre han observado con envidia al imperio chino; y todavía lo hacen. Ambos son hermanos siameses. El que uno de ellos se limite a “tu” interés y el otro al interés de la «sociedad» no cambia en hecho de que ambos suprimen la única conducta no-nihilista: cuidarse a uno mismo, a los que uno ama y a lo que se ama en aquellos que no conocéis. No dejéis que aquellos que os llevaron al abismo pretendan salvaros de él: os prepararán un infierno más perfecto, una tumba aún más profunda. El día que puedan, ellos también patrullarán el ejército en el más allá.
CENTRAL ELÉCTRICA DE CARBÓN. MARYLAND. U.S.
Más bien, deberíais estarme agradecido. Sin mí, ¿cuánto tiempo más esas cosas incuestionables, que se han suspendido repentinamente, hubieran continuado siendo presentadas como una necesidad? La globalización, los exámenes competitivos, el tráfico aéreo, los límites presupuestarios, las elecciones, los espectáculos deportivos, Disneyland, los gimnasios, la mayoría de las empresas, el Parlamento, el cuartel que son las escuelas, las manifestaciones masivas, la mayoría de los trabajos de oficina, toda esa sociabilidad borracha que no es más que el reverso de una angustiada soledad entre los guapos metropolitanos: todo eso ha resultado innecesario, una vez que el estado de verdadera necesidad ha afirmado su presencia. Las próximas semanas, denme las gracias por esta prueba de la verdad; finalmente vais a habitar vuestra propia vida, sin los miles de lagunas que, buen año, mal año, os han mantenido unidos a lo insostenible. Sin ser conscientes de ello, hasta ahora nunca habíais establecido vuestra residencia en vuestra propia existencia. Estabais ahí, entre vuestras cajas, y no os dabais cuenta. Ahora viviréis con vuestros seres queridos. Estaréis en casa. Dejareis de estar en tránsito hacia la muerte. Quizás odiareis a vuestros esposos. Tal vez vuestros hijos no puedan soportaros. Tal vez tengáis ganas de hacer explotar la decoración cotidiana. Pero, a decir verdad, ya no estabais en el mundo, viviendo en esas metrópolis de separación. Vuestro mundo ya no era viable en ninguna de sus formas a menos que estuvierais huyendo constantemente. Solo os quedaba aturdiros con movimiento y distracciones frente a la fealdad que se había apoderado de todo. Y los os rodean se habían convertido en espectro de seres vivientes. Todo se había vuelto tan eficiente que ya nada tenía sentido. ¡Dadme la gracias por todo eso y bienvenidos de nuevo al mundo!
Dadme la gracias porque por un tiempo indefinido no trabajareis, vuestros hijos no irán a la escuela y, sin embargo, será lo contrario a unas vacaciones. Las vacaciones son ese espacio que debe llenarse a toda costa mientras se espera el regreso obligatorio al trabajo. Pero ahora, lo que se abre frente a vosotros, gracias a mí, no es un espacio delimitado sino un vacío enorme. Os dejo inactivos. No hay garantía de que reaparezca el no-mundo de ayer. Toda esa absurda rentabilidad podría cesar. Si no te pagan, ¿qué sería más natural que dejar de pagar el alquiler? ¿Por qué una persona que no puede trabajar ha de depositar los pagos de la hipoteca en el banco? ¿No es suicida, cuando se llega a esto, vivir donde ni siquiera se puede cultivar un jardín? Alguien a quien no le queda dinero no deja de necesitar comer como consecuencia, y quien tiene el hierro tiene el pan. Dadme la gracias: os estoy colocando frente a la bifurcación que estructuraba tácitamente vuestra existencia: la economía o la vida. Es vuestra elección, vuestro turno de jugar. Las apuestas son históricas. O las autoridades gubernamentales os imponen su estado de excepción, o vosotros os inventas el vuestro. O vais con las verdades que salen a la luz, o poneis la cabeza en el tajo del verdugo. O usáis el tiempo que os estoy concediendo para imaginar cómo serán las secuelas en el mundo, aprovechando lo que estás aprendiendo del colapso que está en marcha, o este último se volverá extremo. El desastre terminará cuando termine la economía. La economía es la devastación. Esa era una teoría antes del mes pasado. Ahora es un hecho. Nadie puede evitar sentir lo que se va a convertir en necesario para que la policía, la propaganda, la vigilancia, la logística y el trabajo remoto puedan mantener estos hechos bajo control.
ESPERANDO EL METRO. SAO PAULO. BRASIL
Mientras tratáis conmigo, no sucumbáis al pánico o la negación. No cedáis ante las histerias biopolíticas. Las próximas semanas serán terribles, opresivas, crueles. Las puertas de la muerte estarán abiertas de par en par. Soy la producción más devastadora de la devastación de la producción. Vengo a reducir a los nihilistas a la nada. La injusticia de este mundo nunca más será flagrante. Es una civilización, no a vosotros, la que vengo a enterrar. Quienes deseen vivir deberán construir nuevos hábitos, hábitos que serán los suyos. Evitarme solo dará fuerza a esa reinvención, ese nuevo arte de la distancia. El arte del saludo, en el que algunos miopes creían ver la forma misma de una institución, pronto no obedecerá ninguna etiqueta. Solo caracterizará a seres humanos. No lo hagáis «por los otros», por «la población» o por la «sociedad», hacerlo por los vuestros. Cuidar a vuestros amigos y a los que amáis. Reconsiderar junto con ellos, soberanamente, como sería una forma justa de vida. Organizar grupos que deseen una vida adecuada, hacerlos crecer, y no podré hacer nada en vuestra contra. Esta es una llamada no a un retorno masivo a la disciplina, sino a la atención. No a poner fin a la indiferencia, sino el punto final a la negligencia. ¿Qué otra forma me quedaba para recordaros que la salvación está en cada gesto? Que todo está en lo infinitesimal.
Yo he tenido que rendirme ante la evidencia: la humanidad solo se hace preguntas cuando ya no las puede evitar.
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Nota de Dugutigui: El monólogo del virus, publicado por Lundimantin y escrito en una prosa post-situacionista, nos invita a dar la bienvenida al coronavirus como el Mesías que viene a sacarnos de nuestra esclavitud voluntaria y nuestra apatía diaria. Pero este Monólogo olvida (o evita) que no todos pueden darse el lujo de pensar en el tiempo de la pandemia como unas vacaciones o como una oportunidad para cultivar el jardín y el “arte del saludo”. No obstante, y de ahí la razón de haber traducido y publicado la pieza, para muchas personas, que viven en circunstancias infelices (y que se lo puedan permitir), el Monólogo aporta algunas ideas sugerentes que pueden ayudar a cambiar situaciones condicionadas por una vida de seguridad, conformidad y conservación, todo lo cual puede parecer tranquilizador, cuando en realidad nada es más perjudicial para el espíritu aventurero del hombre que un futuro seguro.
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El monólogo del virus — Dugutigui – Traducción de un artículo en Lundimantin #234

Acerca de Dugutigui

In the “Diula” language in Mali, the term « dugutigui » (chief of the village), literally translated, means: «owner of the village»; «dugu» means village and «tigui», owner. Probably the term is the result of the contraction of «dugu kuntigui» (literally: chief of the village).
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