covid-19 y la ‘guerra’ oculta – (es)

COVID-19 y la ‘guerra’ oculta - Dugutigui
Hay una “brecha”, tan amplia, que se podría navegar en crucero a través de ella. Por un lado, tenemos el inminente espectro de la recesión; una gran pérdida de empleos y de ganancias acumuladas (alrededor del 80% de la fuerza laboral mundial ha visto sus lugares de trabajo cerrados, total o parcialmente, como resultado de la crisis del virus) y, por otro lado, la sorprendente y carente de lógica percepción de la Reserva Federal de EE. UU. que informa que, a pesar de la pandemia, «la expectativa del consumidor promedio de que los precios en el mercado de valores subirán en un año ha aumentado hasta el 47.7%, el porcentaje más alto registrado».
REFLEJO EN LA CRISTALERA DE UNA CASA DE BRÓKERES. NUEVA YORK. ESTADOS UNIDOS
Un “Alquimista” de la firma ZeroHedge irónicamente apunta: «Correcto … porque habiendo perdido su trabajo; con sus 400 dólares ahorrados para una emergencia gastados en rollos de papel higiénico; su banco preparándose para ejecutar su casa; todo esto mientras un virus mortal le acecha a la vuelta de la esquina, lo que cualquier americano medio alcanza a pensar es cómo colocar algún “dinero extra” (prestado por su corredor) en el mercado de valores, ya que este está a punto de alcanzar los máximos históricos … Y así, gracias a las ahora grotescas intervenciones de la Reserva Federal en todos los mercados de capitales … a medida que la economía se hunde en una depresión, es solo “lógico” —usemos el término libremente— que las expectativas de precios más altos de las acciones nunca hayan sido más altas».
¿Un resultado extraño, carente de una reflexión seria? No. En realidad, la paradoja se vincula bastante bien a lo que ha sido la narrativa americana desde hace décadas. Lo que está implícito, a partir de lo que ha sido explícito en la política estadounidense, tanto a nivel nacional como en términos de su política exterior.
En política exterior, en la era posterior al Covid, veremos que las tensiones con China aumentarán. Estados Unidos ya está hace tiempo volcado en una guerra de desinformación, de espectro total, enfocada a culpar a China por el virus (y desviar, de paso, la crítica a la falta de previsión del Gobierno americano para mitigar, en casa, la pandemia). China, que no ha olvidado el “Siglo de la Humillación” —el período, entre 1839 y 1949, de intervención y subyugación del Imperio Chino por las potencias occidentales, y percibiendo un cierto racismo, inherente en las burlas que circulan hoy por ahí, inevitablemente está respondiendo de manera inusualmente asertiva.
En un episodio reciente de introspección, un asesor de Seguridad Nacional de Obama razonaba sobre el discurso de G.W. Bush (a raíz del 11 de septiembre) donde el expresidente decía: «Nuestra Guerra contra el Terror comienza con Al Qaeda, pero no termina ahí. No terminará hasta que cada grupo terrorista de alcance global haya sido encontrado, detenido y derrotado”. Además, definió la naturaleza del conflicto al decir: «Los estadounidenses se preguntan: ¿Por qué odian a Estados Unidos? Odian lo que vemos aquí, en esta habitación: un gobierno elegido democráticamente». El asesor admite que enmarcar este evento insondable de manera que se ajustase perfectamente a la narrativa estadounidense con la que había crecido en los años 80 y 90, le resultó tranquilizador. Más adelante (dentro del mismo artículo), reconoce haber sido un ingenuo que, arrastrado por las emociones al ver las Torres Gemelas convertirse en polvo, dice haberse sentido galvanizado por la retórica ardiente de Bush.
El americano medio probablemente sienta hoy lo mismo: a él también se le ha dicho durante toda la vida que la economía de Estados Unidos era fuerte y en auge, hasta que un virus vino volando hacia ella, haciendo que se desplomase en caída libre. Sorprendido y enojado, el ciudadano medio probablemente espera que Estados Unidos «les haga pagar» a los chinos, es decir, «aquellos» a quienes la narrativa sugiere que fueron los responsables, dado que, por otra parte, este hombre no ve la forma de «ganar una guerra» a algo que es simplemente un virus, un organismo invisible. No puedes verlo. No puedes «hacer la guerra» contra eso.
Esa es la parte explícita, junto con la Guerra Comercial de Trump, desencadenada aparentemente por el «secuestro» de los activos comerciales de Estados Unidos por parte de China. Lo «no dicho» en esta narrativa no es otra cosa que una vieja premisa de guerra: Corta las líneas de suministro de tu enemigo para debilitarlo.
Viajando al pasado, en Gran Bretaña, en 1891, se formó, en secreto, entre la élite, un pequeño círculo alrededor de Cecil Rhodes, el millonario sudafricano de los diamantes, y Lord Rothschild, el banquero y político. Sus miembros tenían como objetivo renovar el vínculo entre Gran Bretaña y los EE. UU., pues creían que los hombres de clase dominante de ascendencia anglosajona tenían el derecho a sentarse en la cima de una jerarquía construida sobre el predominio del comercio, la industria, la banca y la explotación de otros países —al igual que las élites de Estados Unidos creen hoy.
NÚCLEO INTERNO DEL GRUPO DE LA TABLA REDONDA
Sin embargo, aquella élite albergaba un miedo profundamente arraigado de que, a menos que actuaran con decisión, el poder y la influencia británicos en todo el mundo serían erosionados y reemplazados por los de una floreciente Alemania. En los años inmediatamente posteriores a las guerras de los Boer, se tomó la decisión de que el peligro tenía que ser abordado, y así se planeó la primera guerra mundial contra Alemania: inicialmente como un corte de sus líneas de suministro, acompañada de otra «guerra» de propaganda (que incluso pintaba a los alemanes como comedores de niños) y a través de la contención diplomática.
Narrativa de ese tipo fue bien aprovechada para lograr los objetivos, y el historiador, Paul Vincent, recrea la atmósfera de júbilo que rodeó el estallido de la guerra, guerra que fue, en realidad, un fatídico punto de inflexión del siglo XX. H.G. Wells, por ejemplo, llegó a decir: «Me siento entusiasmado por esta guerra contra el militarismo prusiano … Cada espada que se desenvaina contra Alemania es una espada desenvainada por la paz». Wells más tarde acuñó el cínico eslogan: «La guerra para poner fin a la guerra».
Gran Bretaña, desde el comienzo de la guerra en 1914 y hasta 1919, impuso un estricto bloqueo naval a Alemania, que continuó incluso después de que esta terminase en noviembre de 1918. Al evitar que se importaran alimentos al país, los británicos llevaron el hambre y la desnutrición a gran parte de la población alemana. La guerra submarina alemana fue una respuesta desesperada al bloqueo británico, un bloqueo tan efectivo que amenazó con obligar a los alemanes a claudicar.
Avanzando rápidamente la película hasta el presente: la «repatriación» de las cadenas de suministro y fabricación en China, de vuelta a América (exacerbada ahora por un nuevo combustible: el descubrimiento de que muchas de las necesidades médicas básicas de Estados Unidos son «Made in China»); el retomar el dominio férreo de la alta tecnología; el armar, militarmente, el espacio; el movilizar a Europa contra China; el sancionar las fuentes externas de energía de China y el convertir a China en el demonio del virus; todo forma parte la caja de herramientas de la actual élite anglófona para intentar atajar lo que les amenaza.

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Cuando los británicos de a pie comenzaron a imaginar a los alemanes como monstruos demoníacos a ser destruidos, terminaron no solo destruyendo la cultura europea, sino también cualquier compromiso con la noción del mundo antiguo de la Virtù (virtud) o la conducta heroica homérica. En su lugar, las sucesivas generaciones adoptaron el relativismo, el nihilismo, el pesimismo y el resentimiento. Y de las intrusiones masivas y destructivas de los posteriores gobiernos en todas las facetas de la sociedad civil, surgió el «Kriegssozialismus» alemán que se convertiría en el modelo para los bolcheviques. Nuevamente, los británicos lograron el control sobre la economía alemana, a niveles sin parangón entre ninguno de los otros estados beligerantes. En todas partes, el acaparamiento del poder social por parte del estado fue fomentado y respaldado por las mentiras de una propaganda sin paralelo en la historia. Al menos hasta aquel momento.
De vuelta al presente, ¿recuerdas cómo pensabas, justo ayer, que la economía de Estados Unidos era fundamentalmente la más fuerte del mundo? Bueno, eso no es del todo cierto. Hace ya algún tiempo que el crecimiento real de EE. UU. comenzó a tambalearse, y las autoridades optaron por una economía dirigida al consumo e impulsada por la deuda. El dinero, como crédito, solo se ha estado imprimiendo, no produciendo, y normalmente, esa gran cantidad de papel nuevo —o deuda— en circulación, debería haber creado una fuerte inflación (como la que hubo durante la Administración de Reagan, por la misma razón).
La forma en que se ha manejado esta dificultad (aparte de cambiar regularmente el índice de precios) ha sido el llamado «Comercio con China». China se encontraba entonces en medio de su Revolución Industrial: enviaban sus productos baratos a Walmart, y efectivamente subsidiaron a las clases medias, al darle a los Estados Unidos un nivel de vida y un acceso a bienes de consumo baratos, que de lo contrario los americanos no hubieran podido pagar. Y, mejor aún, recircularon las ganancias monetarias de vuelta a Wall Street, mediante la compra de bonos del Tesoro de los Estados Unidos.
El punto aquí fue que, al comprar la deuda americana, los chinos permitieron que EE. UU. redujera la «huella» por la creación de dinero nuevo, al exportar esta deuda en dólares estadounidense lejos del peligro, a mercados emergentes. EE. UU. ha prestado 13 billones de dólares de esta manera, minimizando así la huella monetaria a nivel nacional.
Estos pequeños «trucos» fueron necesarios para evitar la inflación. Pero la amenaza de inflación también fue mitigada, de otra manera. Todo este dinero nuevo, de vuelta desde China, al mismo tiempo se utilizó para «financializar» y apalancar «todo», desde la atención médica hasta la educación, dentro del país. Burbuja sobre burbuja.
Esto permitió a los Estados Unidos proyectar un «simulacro de crecimiento»; pero la impresión de dinero no puso los dólares a disposición del tejido económico real. Se quedaron atrapados en el sistema financiero y fueron atesorados. La realidad para el americano medio es que los tiempos se volvían cada vez menos optimistas, aunque eso también fuese, en parte, el resultado del modelo de empresa americano, que siempre ha priorizado la formación de capital y ha permitido que los costos de mano de obra sufran la tensión o que se reduzcan transfiriendo dicha mano de obra al extranjero.

EN LA COLA DEL PARO. GEORGIA. ESTADOS UNIDOS

Y ¿qué hay de la «guerra oculta»? ¿Cómo encaja eso?
¿Recuerdas lo que comentaba antes acerca de que Gran Bretaña temía no poder permanecer en el pináculo del poder internacional para siempre? ¿Y que veían a Alemania de alguna manera acercándose y expandiéndose hacia el Este para competir de tú a tú? Bueno, China hace algunos años, dejó de recircular las ganancias del «Comercio de China» de vuelta a Wall Street, y en su lugar comenzó a acercarse y expandirse hacia Asia Central. En ese momento, comenzó a gastar las ganancias de dicho Comercio en la construcción de su proyecto «Belt and Road». Tal y como Alemania había amenazado con rivalizar con Gran Bretaña, China estaba en camino de rivalizar con Estados Unidos.
Esto planteó un par de problemas para los Estados Unidos: en primer lugar, cómo financiar ahora ese Comercio de China; y, en segundo lugar, y no menos importante, cómo dejar que las clases medias americanas se desplomaran «suavemente», tras la pérdida del «subsidio» del «Comercio de China», y evitar una «revuelta» dentro de los Estados Unidos, al menos en parte, como resultado.
Igualmente, problemático para EE. UU. era que el proyecto euroasiático chino-ruso estaba destinado a canalizar el comercio, en una esfera de gran importancia, que incluye la energía y las materias primas, no a través del canal habitual, el dólar, sino más bien lejos de él. En consecuencia, el dólar ha sido «exprimido» por infinidad de desdolarizaciones desde al menos 2007.
De ahí la razón de usar todos los «trucos» de la caja de herramientas descrita anteriormente. Aun así, las cosas no han mejorado: Estados Unidos ha tratado de mantener a toda costa que todas las ventas de petróleo en el mundo sigan siendo en dólares (sancionando a los productores que no cumplen con esto, creando inestabilidad del suministro, etc.), de manera que las sanciones simplemente han traído a la mayoría de los países bajo su jurisdicción, y que sus sistemas financieros queden sujetos a las amenazas arbitrarias del Tesoro de los Estados Unidos. Pero el mundo ya no quiere seguir pasando por este aro. Y la revuelta crece constantemente.

LA GRAN DEPRESIÓN O CRISIS DEL 29. ESTADOS UNIDOS

Esta, en esencia, era la «guerra oculta», y no ha ido tan bien. El Tesoro de los Estados Unidos, simplemente, se estaba quedando sin más burbujas que explotar. Tarde o temprano, habría que recurrir a pinchar la «burbuja total», la «madre de todas las burbujas», para intentar mantener la apariencia de una economía fuerte, pero a medida que esta estructura se hizo cada vez más grande, más apalancada, más compleja y, por lo tanto, más opaca, esta se volvió menos estable. La «aguja» de Coronavirus ha sido la que finalmente ha hecho el trabajo, lo que ha obligado a Washington a imprimir dinero ilimitadamente y a rescatar simplemente «todo» (que es la inevitable respuesta «lógica» a una «burbuja total», me imagino).
Entonces, ¿qué pasa ahora? ¿Terminará todo en guerra, como en el siglo XIX?
Existe la posibilidad, pero probablemente no. China es demasiado poderosa, pero su economía inevitablemente se habrá también debilitado. Lo más probable es que Estados Unidos continúe la lucha contra China (y Rusia) a través de intermediarios, como viene haciendo en Venezuela, en Oriente Medio o Corea del Norte. Irán, sin embargo, es un caso especial, a causa de Israel.
Al final de la Primera Guerra Mundial, la guerra había parado parcialmente las economías europeas, y estas mantenían grandes deudas en dólares con los Estados Unidos. A fecha de hoy, las economías occidentales se encuentran también bajo un bloqueo parcial debido al Covid-19 y las deudas nacionales de hoy son similares, o se acercan, a niveles asociados con tiempos (reales) de guerra. Y están los 13 billones (no millardos) de dólares, que deben los mercados emergentes, y cuyo reembolso total debe considerarse, a fecha de hoy, como mínimo, problemático.
Volando de nuevo al pasado, después de la Primera Guerra Mundial, no hubo condonación de la deuda (ningún ‘Jubileo’), solo un pasarse la pelota que practicaban los estados europeos, tratando de descargar sus deudas los unos en los otros. Para encontrar una salida, algunos esperaban que la austeridad pudiera solucionar el problema (como hoy intentan, parcialmente, los europeos). Pero otros recurrieron al «dinero helicóptero» (al igual que Estados Unidos hace ahora, en su respuesta al bloqueo de Covid-19). El Marco alemán (Reichsmark), con respaldo en oro, paso a ser el «Papelmark» sin respaldo. Inicialmente, el Reich financió sus desembolsos de guerra, en gran parte, mediante la emisión de deuda. Pero a partir de mayo de 1923, la cantidad de «Papelmark» comenzó una espiral fuera de control. Los precios se dispararon. En 1918, podrías haber comprado quinientos mil millones de huevos por el mismo dinero que te costaría, cinco años después, un solo huevo. Solo en un día, el 25 de octubre de 1923, el gobierno de Weimar lanzó billetes con un valor nominal de 120.000.000.000 (120.000 billones) de Reichsmark, al tiempo que anunció planes para triplicar su producción diaria. Para noviembre, el Tesoro informó que había 400.338.236.350.700.000.000 (400,3 billones de billones) de Reichsmark en circulación en Alemania. El «Papelmark» no era más que un valor basura. Se cuenta que una mujer de Múnich arrastró una maleta de billetes para la compra en su supermercado local, dejándola afuera brevemente. Alguien robó la maleta, pero vació el dinero en la calle. Los niños utilizaban los billetes sin valor como juguetes; sus madres los usaban para encender estufas y calderas, o forrar moldes para pasteles, incluso como papel tapiz. Muchos alemanes abandonaron el dinero por completo y comenzaron a usar el trueque para obtener lo que necesitaban.
COMETA HECHA CON BILLETES. HIPERINFLACIÓN DURANTE LA REPÚBLICA DE WEIMAR. ALEMANIA 1923
Con el colapso de la moneda, el desempleo comenzó a aumentar. La hiperinflación había empobrecido a la gran mayoría de la población alemana, especialmente a la clase media. La gente sufría de escasez de alimentos y frío. Y el extremismo político iba en aumento y este se estaba convirtiendo en un riesgo real, ya que todas las maniobras anteriores del Tesoro para frenar la inflación ya no eran eficaces.
Entonces, ¿qué podría hacer hoy Washington D. C., especialmente con la deuda de 13 billones que deben los mercados emergentes? ¿Por qué no reforman el sistema?
No sabemos qué harán, pero las señales sugieren que los Banqueros Centrales están planteándose una nueva criptomoneda global de reserva, contra la cual los mercados emergentes (y los EE. UU.) podrían devaluar sus monedas … (el exgobernador del Banco de Inglaterra ya ha insinuado algo en este sentido). Puede que nunca suceda. No obstante, el tipo de «cripto» que los Banqueros Centrales tienen en mente es el que les da a las autoridades el control total: no será dinero real, solo crédito del Banco Central con cajeros automáticos que «escupirán» solo lo que los Bancos Centrales determinen en cada caso. Y no, no habrá una reforma real, solo un cambio de «collares». Pero eso —dinero sucio, muchísimo dinero sucio—, es otra historia, en la que la transparencia no será una opción.
Entonces, ¿aconsejaría a alguien comprar acciones ahora?
No, yo no lo haría. Parece que Trump quiere «rescatar» a la clase media estadounidense de una manera posiblemente diferente, no a través del mercado bursátil. Entiendo que mucha gente gusta revisar diariamente sus 401K (acciones a largo plazo mantenidas a modo de futura pensión). Si van para arriba, se sienten felices; si no, la cosa se pone sombría. Mientras tanto, Trump está tratando de explosionar los mercados, con un muro de dinero recién impreso y rescates ilimitados.
El presidente ha tomado el control total del botón (nuclear) que controla la oferta global de dinero, en dólares. Tiene también el control del Tesoro, y ha completado la «adquisición y fusión» de la Reserva Federal. Como ahora funcionan las cosas resulta que el Congreso autoriza 450 mil millones de rescate para el acta CARES (Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por el Coronavirus). El Tesoro entrega ese dinero a la FED como su participación, y luego le indica que multiplique esa participación por un factor de diez (a través de la impresión de dinero fresco). Los 450 mil millones se convierten en 4,5 millones de millones y se entregan a un fondo de cobertura amistoso (Blackrock —la gestora de fondos internacional más grande del mundo), para distribuirlo. Y los detalles de la distribución están ligados a cláusulas de confidencialidad y opacidad. Trump se convierte en un Creso secular: puede «imprimir» tanto como lo desee. Nada hay que lo detenga. ¿Será capaz de contenerse?
Entonces, la pregunta sería: ¿es realmente factible que el mercado se dispare cuando tal vez la mitad de la economía esté estancada y el valor inherente se esté hundiendo?
Como mencioné anteriormente, la «impresión» de dinero casi nunca pone este a disposición de la economía real. Se está proporcionando liquidez a los bancos estadounidenses, cierto, pero el problema no es tanto la liquidez; sino el incumplimiento potencial, especialmente en la devolución de los 13 millones de millones de dólares adeudados en el extranjero. Es por eso por lo que los deudores extranjeros están inmersos en una lucha masiva por conseguir dólares, con los cuales poder pagar intereses y reembolsar el principal a medida que los créditos vayan venciendo, y eso se traduce en que el dólar se disparará (por ahora). Será la fortaleza del dólar lo que llevará al mundo a su punto más bajo (al igual que en la década de 1930). El sistema basado en el dólar es realmente el gran problema. Este virus ha pinchado la burbuja de la moneda americana y esta colapsará en una espiral deflacionaria … o los Bancos Centrales se verán obligados a encontrar alguna otra solución (¡aunque Dios sabe cuál!).

ABANICO DE TRENES DE ALTA VELOCIDAD. WUHAN. CHINA

Me temo que quizás no te haya sido de mucha ayuda, lo siento.
.
COVID-19 y la ‘guerra’ oculta — Dugutigui (sobre un texto de Alastair Crooke)

Acerca de Dugutigui

In the “Diula” language in Mali, the term « dugutigui » (chief of the village), literally translated, means: «owner of the village»; «dugu» means village and «tigui», owner. Probably the term is the result of the contraction of «dugu kuntigui» (literally: chief of the village).
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