anti-política – (es)

ANTI-POLÍTICA_Dugutigui
La anti-política, tanto aquí como en toda Europa, se ha convertido en el estado de ánimo predominante.
Si de hecho votas, la papeleta a recoger en el 2020 no se parecerá en nada a la que te ofrecerán en 2015, o 2010, o incluso ningún año anterior. Aunque la política frente a nuestros ojos parece ser la de siempre, un terremoto está retumbando bajo los Parlamentos. Dos tendencias tectónicas están empezando a chocar entre sí. El impacto tiene el potencial de tumbar el decorado político -los familiares rojos y azules, las líneas divisorias del consuelo, las mismas opciones básicas- al que nos han acostumbrado a lo largo de generaciones.
La primera de estas tendencias es la crisis de la política moderna. Durante las últimas décadas, la política dominante ha quedado atrapada en una espiral descendente. Los partidos políticos tradicionales han perdido millones de afiliados -representando ahora sólo 2 por ciento del electorado. En 1977, el 79 por ciento del electorado acudió a las urnas. En 2011, era el 71 por ciento, y menos de la mitad de los votantes menores de 24 años. En las pasadas elecciones Europeas, un triste 45 por ciento. Sólo un tercio de los jóvenes de hoy parecen están interesados en la política, y sólo la mitad de estos piensan que es su deber votar. La participación se prevé que seguirá disminuyendo a medida que los jóvenes representen un porcentaje cada vez más alto de los electores.
Subyacente a esto está la caída libre en nuestra actitud hacia la política; nuestra percepción de su capacidad para cambiar de manera significativa y positivamente nuestras vidas. Alrededor del 88 por ciento de nosotros simplemente no confía en lo que dicen los políticos. El año pasado, una encuesta de Metroscopia mostró que los políticos son el grupo que inspira menos confianza entre todas las instituciones y grupos sociales.  Le siguen, por si quedaba duda, los partidos políticos y (¡Aggg!) los banqueros. Desde el paro a los escándalos de la corrupción, nuestros representantes han recibido largas décadas de merecido maltrato desde los medios de comunicación y el mundo cultural. La anti-política, tanto aquí como en toda Europa, se ha convertido en el estado de ánimo predominante.
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La segunda tendencia es el surgimiento de las redes sociales y los usos cada vez más políticos que se dan de estas. Es hoy, por supuesto, la forma predominante de utilizar el Internet. Alrededor de cuatro de cada diez de los adultos en España (42 por ciento) aseguran participar activamente en alguna plataforma de medios de comunicación social. Por cada hora que pasamos en línea, 13 minutos se usan en las redes sociales -más que en entretenimiento, compras, control de la prensa, correo electrónico o cualquier otra cosa.
Las redes sociales están tomando un giro cada vez más político. Los jóvenes no se desacoplan de los temas políticos -en realidad están probablemente tan comprometidos como cualquier otra generación. Ellos recurren a las redes sociales para perseguir sus creencias y pasiones por un mundo mejor, fuera de esas instituciones convencionales en las que confían tan poco. Desde los grupos que se encuentran fuera de la corriente principal -como Podemos (un grupo de Facebook con un ala basada en la calle), a todo tipo de voluntariado, activismo y debate apasionado -tanto legítimo como ilegítimo, esta actividad para-política es ahora un fenómeno potente y creciente. En última instancia, los privados foros Bilderberg se van a tener que enfrentar, de tú a tú, con los populares foros de Internet.
Más temprano que tarde, las redes sociales van a cambiar drásticamente la forma de hacer en la política formal. Sólo tenemos que mirar a Italia para ver cómo un cansado y poco fiable status quo político y un electorado cínico, se ha mezclado con las redes sociales para crear nuevas realidades políticas. Ese ejemplo es Beppe Grillo: un cómico italiano canoso, enojado, sin antecedentes en la política. Grillo tenía un millón de amigos en Facebook, un millón de seguidores en Twitter y el blog más popular en Italia. Este seguimiento se convirtió en el Movimiento Cinco Estrellas -una furiosa oleada insurgente y anti-corrupción que disputó las últimas elecciones italianas, en 2013. Grillo no siguió las reglas del juego. Se negó a dar entrevistas a los principales medios de prensa, Berlusconi le llamó «psico-enano»; él ni siquiera (según las propias reglas de su movimiento) asumiría ningún cargo por sí mismo. No tenía lacayos en la prensa o la televisión. No tenía grandes financiadores del mundo empresarial. No importaba.
Los institutos de demoscopia que estudiaron a Beppe Grillo y su movimiento a medida que crecía, se dieron cuenta de que un nuevo tipo de política estaba tomando forma. Los medios sociales le dieron una voz y una maquinaria de partido (político, no recreativo). Usó grupos Meetup (reuniones ordinarias de personas que comparten un interés particular y se conectan entre sí a través de redes sociales) en todo el mundo para construir un ejército de voluntarios capaces de ganar lo que los estrategas electorales al uso llaman el «juego sobre el terreno». Se estima que tenía alrededor de 250.000 personas que se consideraban miembros de su partido. Funcionó. En un año, el Movimiento Cinco Estrellas salió de la nada para ganar 1 de cada 4 votos -unos masivos 10 puntos por encima de donde las encuestas le pronosticaban. Creado en 2009, en las últimas elecciones al Parlamento Europeo ha consegudo 5.807.362 votos, o el 21,15% de los votos y 17 escaños.
Aquí en el España, la sorpresa de Pablo Iglesias y PODEMOS (creado en 2014. 1,245,948 votos, 7,97% del total de los votos y 5 escaños en las últimas elecciones al Parlamento Europeo) también nos muestra lo poderoso que puede ser el mensaje anti-sistema. Pero esto, de momento, solo refleja hasta que punto las personas más desfavorecidas están en contra de las políticas al uso, más que el convencimiento general de que PODEMOS llegue a cambiar la forma actual de hacer política. No obstante, es un gigantesco paso hacia el día en que la crisis de la política moderna y el auge de los medios sociales final y verdaderamente se unan. El resultado será una transformación drástica en el panorama político. Una voz carismática -tal vez Iglesias- se levantará con un insurgente y enojado mensaje anti-castas que atraiga a la gente de todo el espectro político. El mensaje -probablemente al igual que el mensajero- no reflejará los consensos y las divisiones políticas actuales. En este sentido, si se pretende llegar a todo el espectro político (única forma de ganar unas elecciones), será necesario sustituir términos de la era de los dinosaurios, como “izquierda” y “derecha” (que implican necesariamente bipartidismo), por otros que reflejen la realidad de los cambiantes tiempos que corren. Por ejemplo: “inteligencia” y “honradez”.
Pero por encima de todo, van a aprovechar el enorme poder de las redes sociales para nivelar el campo de juego con los partidos mayoritarios. Al igual que Beppe Grillo o Pablo Iglesias, las utilizarán como una plataforma sin costo para ambas, la promoción y la organización del partido. La puerta del cambio político está entreabierta. Pronto alguien va a usar las redes sociales para arrancarla de sus goznes.
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Anti-política – Dugutigui (adaptación de un texto de Carl Miller)

Acerca de Dugutigui

In the “Diula” language in Mali, the term « dugutigui » (chief of the village), literally translated, means: «owner of the village»; «dugu» means village and «tigui», owner. Probably the term is the result of the contraction of «dugu kuntigui» (literally: chief of the village).
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Una respuesta a anti-política – (es)

  1. kaldina dijo:

    Creo que eso forma parte de un proceso de estupidazación masivo… Me parece realmente grave que a los jóvenes no les importe la política. De hecho, en las pasadas elecciones recibieron más votos los participantes de Colombian Idol que los candidatos presidenciales… Y lo triste es que es una tendencia :S

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